De pronto me encontraba con el corazón agitado, sin la posibilidad de poder respirar por mí misma; una sensación de mareo, de ahogo. Los dedos de mis manos no dejaban de temblarme a pesar de estar en calma y sentía que en cualquier momento me iba a desvanecer. Todo me daba miedo. Quería salir corriendo de ahí, llegar a mi casa y refugiarme ahí por si algo malo llegara a pasar. Que necesitaba no estar sola -pensaba-, que debía llegar a casa por si me volvía a pasar, que la crisis me pasara con un familiar.
Corazonadas. Corazonadas que me gritaban lo que tanto me guardaba. Arritimas. Los síntomas emocionales se empezaron a tornar físicos. El circuito nervioso está tan activado que no puede parar. A veces ya no eran simples arritimias, a veces sentía tamborazos profundos, como si se me estuviera saliendo el corazón, y la verdad es que si. Mi corazón me pedía cambio, me pedía ayuda, me decía que necesitaba calma. Mi corazón me palpitaba más fuerte porque sentía que no podía, porque no podía más y no me daba cuenta.
Ansiedad. Así se sentía mi ansiedad. Transtorno de pánico, me dijo mi psiquiatra. La ansiedad como un mar que, cuya marea sube cuando menos te lo esperas. Unas olas que te presionan el pecho y sientes que te ahogan, subes la cabeza para respirar, y te ahog; te paras de puntitas, y no te ahogas pero la sensación persiste. La ansiedad te aprieta tanto el pecho que apenas y puedas pararte de puntitas para poder tomar aire y querer sobrevivir, o no morir.
Luego aprendí que la ansiedad no mata, -o eso quiero creer-, pero nadie habla de ese temor constante de que de repente tus pulmones no te hagan caso y dejen de responderte, de ese anhelo permanente de aferrarte a la vida. Porque la vida, o la falta de ella, te está asfixiando.
Era marzo del 2024. Año en que tenía muchos planes, conclusiones de proyectos, sueños. Cuando es diciembre, fin de año, año nuevo, uno desea diferente; ser diferente, una vida diferente, resultados diferentes; y la vida me lo cumplió. Me mandaron a una mensajera: mi ansiedad. La ansiedad que me mostró cómo parar, cómo cuidarme, amarme, respetarme y poner límites. Mi mensajera me hizo cambiar de aires, de casa. Me mostró que casa soy yo cuando estoy bien.
No les voy a mentir, pero yo tenía habitos deplorables. A veces había dias en lo que iba al trabajo y a la escuela, y en ese lapso solo me tomaba una taza de café porque no “alcanzaba a desayunar”. No tenía tiempo para mí misma. No me tomaba mi tiempo. Y eso no era más que una falta de autorespeto a mi misma.
Mi mensajera me hizo cortar lazos con mis personas, ramas de mi olmo; mis olmos. Porque ya no podía estar ahí, porque si decidia quedarme, me iba a terminar asfixiando. A veces uno debe de aprender a ser egoísta por uno mismo. Y no, no se es mala persona por romper lazos con la familia. Hay que replantearnos ese concepto de mala persona y empezar a reformular el poner límites por el bienestar de uno.
Yo nunca fuí de las que se enfermaban. Me enfermaba una vez al año, mi sistema inmune siempre ha sido muy fuerte. Pero esto no era una enfermedad, sino uno transtorno que no se curaba con un tratamiento de 5 días, a veces los tratamientos para el transtorno d ansiedad diran mínimo de 3 a 6 meses o inclusive un año, dependiendo de qué tan desarrollado lo tengas.
Cada vez son más y más personas que padecen de ansiedad; mas personas que conozco que deben de tomar ansiolíticos para poder llevar una vida “normal”, o que ya los tomaban. Cuando empecé a tener mis ataques de ansiedad en frente de las personas , o escuchaban lo que me estaba pasando, me confesaban que también ellos tenían ansiedad o que alguna vez en su vida la tuvieron. Era como un club secreto que entre confesiones cargadas de comprensión, empatía, y sobre todo alivio, empezabamos a formar. De pronto ya era parte del club de la ansiedad. “Gracias a Dios no soy la única que siente que está loca”- pensaba.
Cada vez somos más personas que conocen la palabra sertralina y sus efectos. Yo conocí a la sertralina como la pastilla de la felicidad, porque ese era su fin, hasta que despúes me di cuenta que, paradójicamente, era un antidepresivo. ¿Cómo un antidepresivo si siempre estaba riendo?
Y si, la ansiedad si discapacita. A veces me costaba toda mi voluntad el pararme de mi cama y enfrentar mi día normal. No, no es hacerme la víctima pero reconozco lo que me costaba hacerlo. Reconozco a los que están viviendo en estos momentos sus picos de ansiedad por primera vez, lo que les cuesta afrontar su día. Aprender a nadar en el mar profundo de la ansiedad, donde las aguas a veces están en calma, otras veces el mar está picado. A veces no podía comer, y menos salir con mis amigas por miedo a que me diera un ataque en medio de una reunión. Creo que uno empieza a entender ese término hasta que nos pasa y entonces ves que, no estaban exagerando.
Ahora, cada persona que conozco que ha sido diagnosticada con ansiedad, le pregunto cuál es su ansiedad. Porque todos la sufrimos diferente y a cada uno nos produce algo en específico. Para unos, su ansiedad lo fue COVID, lo es la falta de dinero, el miedo a morir, las enfermedades, la soledad, la depresión, el anhelo de una vida que no tiene, el miedo, la frustración, los traumas. Todos esos factores le dan la bienvenida a la ansiedad que no es más que una mensajera que se viene a sentar contigo para decirte que pares, que pares de sobrepensar. Y otras veces, te dice que hagas algo al respecto, que te muevas.
No soy doctora, ni psicológa, menos psiquiatra, pero he aprendido que a veces es necesario volver a lo natural. Despegarnos de estas pantallas, de estar sentados en una oficina todo el día. A veces es necesario vivir la vida que queremos, estar con los que amamos, esos que regulan nuestro sistema nervioso y que nos traen calma. Es necesario salir a caminar, quitarse los zapatos y sentir el pasto en las plantas de los pies. Mover los dedos del pie al sentir el pasto. Comer menos comida procesada, comer más verde, más agua.
Hace poquito fui con un cardiólogo y me dijo que la mejor medicina para la ansiedad es el ejercicio. Poder ejercitar a tu cuerpo, sacarle toda esa tensión que tienes guardada, toda esas emociones que por tanto has acumulado y somatizado en ti que ahora se reflejan en sintomas físicos.
Me pregunto qué hace que en estos tiempos la ansiedad se encuentre más presente que nunca. Tal vez es la conscientización del ser humano. Tal vez antes si sufrían de ansiedad pero nadie la nombraba. Tal vez vivimos en el tiempo de las redes sociales y vivimos muy a prisa, viendo realidades alteradas, queriendo correr al ritmo de otros y alcanzar falsas expectativas. Tal vez estamos viendo a otros avanzar y sentimos esa presión absurda. Tal vez, en la época de Instagram, estamos viviendo vidas ajenas y hemos olvidado vivir nuestra propia vida. Debemos de ir a nuestro ritmo. Debemos de preguntarnos ¿Qué es lo que en realidad queremos?
No sé si se han dado cuenta, pero me parece muy curioso que las personas en esta época ya no queremos ser CEO, tener presiones o vivir estresados; la verdad es que estamos empezando a romantizar los días tranquilos, los domingos despertar tarde, tomar un café y leer libros. Vivir despacio, suave. Quermos una vida tranquila.
La ansiedad se nos presenta como símbolo de nuestra humanidad, a recordarnos que no somos robots. Necesitamos llorar, necesitamos ensuciarnos, bañarnos en la lluvia. Ncesitamos fallar, caernos, Ncesitamos el calor humano, un abrazo, un beso que nos llene de dopamina, que haga que nuestro cuerpo vuelva a producir serotonina. Necistamos ir más despacio, parar y repensar si estamos en la vida que queremos, esa que siempre soñamos.
A veces la ansiedad, se sienta con nosotros. Otras veces, nos agarra de la cara, para observar el panorama de lejos, para ver el panorama completo, ese que hemos ignorado. A veces la ansiedad nos dice: “para”.
Puedo decir que hoy he apredido a surfear las olas del inmenso mar de la ansiedad, y aunque a veces vuelvo a perder el quilibrio, ya entiendo la dinámica de su oleaje. He podido poco a poco recuperar mi rutina y mi vida. He cuidado mi cuerpo tanto física, emocional como espiritualmente. Y estoy en un detox de mi vida.
Agradezco a mi ansiedad porque es mi mensajera, porque ella hizo que escuchara mejor a mi cuerpo y a mis emociones; porque las emociones también nos comunican algo.
Esta carta no tiene otro fin más que concientizar a las personas sobre este probelma que cada vez aumenta su dimensión en la humanidad. Precisamente ayer leí que al hacerse las pregutas correctas uno encuentra más de la mitad de la solución ¿Qué hace que precisamente esta generación esté recibiendo visitas de la ansiedad? ¿qué hemos dejado de pasar por desapercibido?
En mi experiencia de novata como parte de este club, lo que me ha ayudado a transitar por este camino es regresar a lo básico, a lo natural. Menos es más, me digo. Este camino me ha hecho madurar de una manera que jamás creí. He cuidado lo que consumo, y con esto no estoy hablando solamente de comida. Tengo cuidado con las personas con las que me rodeo, con mis amistades e incluso familiares, cuido lo que consumo en redes sociales, el contenido que en realidad no me aporta nada lo depuro y me quedo con lo que me suma o tranquiliza a mi sistema nerviso. Cuido lo que leo, cuido lo que hablo y cómo me hablo. Cuido los lugares que frecuento y la rutina que tengo día tras día, mi sueño, mi hora de dormir.
Llevo 6 meses sin consumir alcohol ni café. Y me ha sido muy dificil porque anteriormente mi rutina se componía de pura cafeína, no funcionaba sin café en mi día a día. Pero creo que ha valido la pena esos pequeños sacrificios.
He aprendido a salir con mis amigas, a cenar, ir de fiesta, sin tomar una gota de alcohol. El día de mi graduación tomé vino sin alcohol -que practicamente es puro jugo de uva-. Y no he dejado de divertirme por eso, no he dejado de morir de risa con mis amigas, de bailar y de dar vueltas por ahí como acostumbro. En realidad, el alcohol es un pretexto para sacar partes de ti que te da pena sacar en público, conmigo eso ya no funciona. Sigo siendo la misma de siempre sin necesidad de consumir alcohol.
Mi ansiedad ha sido una maestra algo exigente conmigo, pero me ha fojado. Con esos ojos la decido ver. Ser diagnosticado con transtorno de ansiedad no te hace una persona de cristal, ni débil, al contrario, es la prueba más pura de la valentía que existe en las personas que sienten demasiado. Y eso, siempre lo he dicho, es un superpoder.
Nuestra mensajera es esa alarma que se sobreactiva cuando reprimimos toda esa energía que sale de nosotros, y se queda estancada en nuestro interior. Por eso la somatizamos, porque la energía emocional que tenemos no la sacamos, la guardamos y se transforma en sintomas físicos; eso es somatizar . Por eso las artes tienen tanto valor: escribir, bailar, cantar, pintar, todo eso es resultado de nuestras emociones expresadas. Las artes son una extensión del ser humano. Por eso escribo.
Hoy, escribo esto con el sistema nervioso mas tranquilo. Con más serotonina. Tal vez con más dopamina.
Sintiéndome amada. Más viva. Siendo una extensión de todo lo que soy.
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Your fellow writer, dmso.